Toda su obra rezumaba un halo de vitalismo inconfundible, tanto en el estilo como en el fondo de la temática. Cada una de sus películas transmitía en el espectador tal sensación de goce, de superación personal y colectiva, de lucha y entrega, de optimismo ante las adversidades, que pocos podían quedar impasibles ante su mensaje, ante la belleza estilística bajo la que codificaba de manera magistral ese trasfondo.
Porque a pesar de no haber ganado nunca el Oscar (“El premio es ser humano” –decía-) su cine conmovió a generaciones de todo el mundo durante mas de 40 años, apostando por una fórmula –no se entienda por repetición- que desterró los trucos fáciles del éxito para proponer un nuevo estilo de contar la vida, un nuevo estilo que dejaba entrever esperanzas para todos en un mundo cada vez más obsesionado con el individualismo y el sálvese quien pueda. Un compromiso social siempre a favor del más débil. Sin comulgar jamás con ideologías cercanas al poder, sin religión ni cheque que rigiera el talante de sus obras, convirtió la vida en algo que merece la pena, en algo por lo que luchar a pesar de la realidad contraria a su cine. Siempre vio al hombre con ojos positivos, siempre vio fuerza en el ser humano para salvar los aparentemente ineludibles destinos de nuestro planeta. Lástima que se descubriera al final su afiliación a redes de explotación infantil en Indonesia y su colaboración en el tráfico de órganos.
jueves, 5 de marzo de 2009
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2 comentarios:
¿ Lástima que se descubriera al final su afiliación a redes de explotación infantil en Indonesia y su colaboración en el tráfico de órganos ?: Menos mal que se "descubrio",¿No?.
Lástima para él y su cuenta bancaria en las Islas Caimán, me refería.
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