viernes, 28 de noviembre de 2008

Peter Tulia (Capítulo 2)


Cuando Peter se despertó en aquella fría e inhóspita habitación de pegajosa humedad, se sintió algo desorientado. Miró sus manos y comprobó que le habían quitado los grilletes. No es que importara mucho: la puerta seguía cerrada con llave, como pronto comprobó. Lo único que le acompañaba en su estancia era un pequeño plato. No recordaba haberlo tocado, pero estaba vacío. Con dificultad, intentó ponerse en pie apoyándose en el suelo. En el esfuerzo, emitió un pequeño gruñido que le dejó paralizado de repente. No reconocía su voz. Tras el susto inicial, comenzó a emitir distintas palabras y sonidos, como comprobándose. Pero nada había de su antigua voz. Esta nueva voz, ronca, atonal, grave y sin ningún tipo de timbre, no era la suya. Definitivamente. Pensó que quizás habrían estado experimentando con él mientras dormía pero, como pensaba en voz alta, de repente esa voz le sonó familiar. Siguió probando palabras hasta que cayó en la cuenta. Por fin había reconocido su nueva voz. Pronunció "para decir condiós a los dos nos sobran los motivos". No había duda. Tenía la voz de Joaquín Sabina. Su rechazo inicial se convirtió en sorpresa y excitación, y la excitación se tornó claridad cuando encontró la razón de ese extraño cambio: allí, en una esquina de la habitación, que no había examinado hasta ahora por la oscuridad, había una botella de ginebra vacía. De repente, empezó a sentir un fuerte dolor de cabeza y sonrió. Peter era un tipo que prefería tener una explicación para las cosas que le pasaban.

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