martes, 9 de diciembre de 2008

Juan, de Senegal


No conocía la plaza del Salvador, en Sevilla. Pepe toma buena cuenta de ello, y a las tres de la tarde cae la primera cerveza, bien fresca -qué mas da el frío-. Mientras charlamos, el ambiente recuerda a las antiguas cervezadas diurnas de la tacita. La idea es muy buena para estas latitudes: un espacio acogedor, y un par de bares con un grifo de cerveza continuamente abierto. Las aceitunas van implícitas. La gente se agolpa como queriendo crear ese calor que proporciona la cercanía humana.

Y mientras pienso esto, aparece un vendedor ambulante africano. Negro. Lleva una ristra de pulseras y cadenas de todo tipo, y se nos presenta como Juan, de Senegal. Habla andalúz mejor que nosotros, y sus gestos y su ritmo en el habla denotan inteligencia. La que da la calle. Nos pregunta que de dónde somos. "De Cádiz, tiesos como la mojama". Juan se sorprende y me pregunta que porqué estoy en Sevilla. Por trabajo. Muy bien. Bueno, la verdad es que ha sido solo por dos semanas, así que otra vez al paro.

Juan se tranquiliza "Ah, entonces ahora a cobrar el paro", frase que me confirma que tiene mucho de andalúz. Le digo que de eso nada, que para eso hay que tener un año cotizado. No llego por poco. "Qué edad tienes, 22?". En cada pierna, Juan. "¿Entonces?". Entonces tengo 30, llevo 12 años trabajando, y estoy a punto de llegar al año cotizado ahora. Tu sabes, está la cosa chunga. La crisis y eso. "Eso, eso. ¿Hay crisis? ¿De verdad hay crisis?"

Pues... la crisis no suele notarse ni arriba ni abajo. Es decir, los que están podridos ni la huelen, y los que no tienen nada, lo mismo. Los que llegan a fin de mes, pero a lo justo, la notan más. Vamos, digo yo, Juan. No tengo ni idea. Además, a tí que te voy a contar. Juan se ríe a carcajadas y me da otra vez la mano. Me cuenta que tiene una niña, recien nacida, allí en Senegal. Cuando le digo que yo no tengo hijos el asombro aparece en su rostro. Me pregunta que si no follo. Auténtico. Le digo que no puedo permitirme ese lujo. El de tener un niño, una familia. No, de momento, no, Juan. Ruina pura.

Y Juan termina charlando de manera natural, cambiando el rol de vendedor por el de conversador sin más. Echamos un buen rato y, antes de irse, me saca una pulsera. Cuando le voy a echar mano a la cartera, me para, brusco. No, no. Esto es un regalo. ¿Cómo que un regalo? Si, si, me has caído bien. De todas formas, saco la cartera y le doy cinco euros. "Toma, para tu niña". Me da las gracias, la mano, y desaparece entre la gente. Al rato lo veo, con otro grupo de gente.

La pulsera es fea de cojones, y lo mismo Juan ni tiene niña, ni es de Senegal. Lo mismo todo lo tenía pensado tal y como salió, y nos ha visto cara de pardos. No me importa lo más mínimo. Se lo ha currado. Saturados de publicidad, contaminación de los medios, y en un estado de inconsciencia colectiva tramado cobardemente por los de arriba para adormecernos, Juan me ha entrado de cara, sin intermediarios. Y si me he dejado una hora antes treintaytantos euros en la FNAC, me parecería inmoral y de muy cabrón por mi parte decirle a Juan que no tengo un duro.

Porque, por suerte, hoy sí tengo. Mañana, tal vez no.

1 comentario:

Enrique dijo...

De 10 Jose... tanto la entrada como tu actitud, que concuerda al 100% con mi manera de vivir a diario. Hoy dispongo, hoy hago, mañana no dispongo, mañana no hago. La peña suele escudarse en perogrulladas increíbles para no arrimar el hombro tan sólo un poco. Memeces como - es que no sé en qué se lo va a gastar - o - yo es que dinero no doy, doy comida - y jamás de los jamases has visto a esas personas hacer nada de lo que predican, total, si a ellos les hace sentir mejor...

A mi me ocurrió algo parecido en un pueblo con la orquesta. Creo recordar que era en El Cuervo. Íbamos el bajista, Don Diego, y yo, camino de uno de esos puestos de hamburguesas y se nos acerca un chaval rumano. Tendría 14 o 15 años. Empezó a contarnos su historia, que como la que te contó Juan, ni nos creímos ni nos dejamos de creer, pero llegados a un punto le pregunté directamente: "Illo... ¿tú tienes hambre?, te invitamos a cenar". El jipi se quedó blanco... se vino con nosotros y cenamos una hamburguesa cada uno mientras nos enseñaba las fotos de su familia en Rumania, parecido a lo tuyo. No se Jose... igual que a ti, nosotros no supimos realmente si aquello que nos contó era cierto, pero actuamos en ese justo momento, que es de lo que se trataba... ¿o no?

Un saludo man... y espero verte pronto y empezar a montar temazos :P