domingo, 21 de diciembre de 2008

Peter Tulia. El último día (II)

En episodios anteriores...

Peter Tulia disfruta en prisión de su último día con vida. Acaba de recibir la visita de su amada, Eva Lentía, que llora su ejecución al día siguiente. Sin embargo, Peter le ha dicho "Mañana me guarnajo", frase que la ha dejado descolocada.



Cada vez que tenía lugar una ejecución, un ambiente extraño se respiraba en la cárcel. Por muy hijos de puta que fueran los allí hospedados, no dejaban de ser gente en la piel incorrecta en el momento y lugar incorrecto. Y dentro de la prisión surgían amistades, aunque no se reconocieran. Por eso las noches anteriores a una ejecución eran gélidas como la misma cárcel. Porque, en cada celda, cada uno de los huéspedes hacía examen de conciencia, echaba un repaso a su vida, rezaba por el compañero que se iba o simplemente permanecía inerte pensando en lo que al día siguiente le pasaría a su compañero. Harker, un exvigilante cleptómano, solía referirse a la cárcel como el cementerio de los vivos.

Como Peter Tulia no tenía enemigos, aquella noche nadie sonreía bajo el techo de aquella fortaleza. Jamás un sitio con tanta gente representó mejor el significado de la palabra soledad. La tristeza por su marcha podía percibirse entre la niebla que dificultaba por momentos la visión al guarda de seguridad.

Fue entonces, en aquel infierno vacío de humanidad, cuando se escuchó el grito más aterrador que los allí presentes recuerdan. Una mezcla de dolor físico y celebración que deja de ser descriptible más alla de eso. Todos, absolutamente todos, se estremecieron por el susto y por la naturaleza de aquel alarido. Muchos se levantaron hacia las rejas de su celda para ver que pasaba, y el guarda de seguridad estaba tan acojonado que no quiso ni comprobarlo. Era imposible adivinar de donde procedía exactamente aquel sonido. El único que seguía sentado, el único al que aquel chillido no cogió de improvisto fue, precisamente, el hombre lo que emitió: Peter, tumbado en el suelo mientras se cogía su pie sangrante con ambas manos, comenzó a sonreir como lo hace la gente tras esos dolores que uno mismo se provoca. Como cuando se retira alguien una tirita de una zona con pelo. Y en aquella sonrisa tambíen se reflejaba la satisfacción de saber que todo marcha como uno ha planeado. Aunque, realmente, aquello era solo el principio de la jugada.

1 comentario:

eFe dijo...

Con la ayuda de algun parásito estomacal tipo Tenia, podria el Señor Tulia superar este trance.