Pedro Ramírez Tulia -Peter, desde que se largara de España a Nuevo Madrid, Missouri, en el año 70- salió de su celda aquella mañana del 10 de Diciembre de 2008. Era la última visita que recibía, a no ser que se pueda visitar a los muertos. Y es que Peter sería ejecutado al día siguiente en la silla eléctrica.
Su mujer, Eva Lentía, una inmigrante Peruana, lo había visitado desde que fuera encarcelado en 2002. Absolutamente todas las semanas, sin faltar ni una, Eva lo acompañaba durante una hora y le llevaba su comic favorito "El karateka tetrapléjico", creado por uno de sus mejores amigos en los EEUU. Quién le iba a decir a Pedro -ahora Peter- que aquel viaje huyendo de un franquismo agonizante lo arrastraba a un país -de la libertad, pensaba- que lo ejecutaría 38 años después.
Pena de muerte, era la condena que le había caído, de manera surrealista. Los medios españoles hicieron la misma presión que un globo sobre el suelo: una noticia el día de su encarcelamiento y a tomar porculo. El siguiente mes todos los telediarios abrían con el Mundial de Korea. De Peter se olvidaron como de la mierda. Bueno... la mierda, al menos, se limpia.
Aquel día, trabajando como peón en su taller mecánico, junto a un ranchito que había comprado tras 20 años de esfuerzo, no se le ocurrió otra cosa que decir "¡Me cago en los muertos de la virgen!", cuando se le cayó un gato hidráulico en el pie. Eso, delante de su jefe, un fundamentalista católico y cabrón, al que le había dado coba durante el tiempo que estuvo allí currando -santiguándose y haciendo otras gilipolleces varias-, era algo muy peligroso. Como pronto iba a comprobar.
Al día siguiente, cuando Peter dormía plácidamente la siesta, un grupo de las fuerzas antiterroristas estadounidenses entró en su casa destrozando la puerta, amenazándolo a punta de pistola y registrándolo todo. Detenido y golpeado, Peter tenía 4 cosas en su contra: su origen español, su tono de piel de Guillen Moreno, el reciente atentado del 11-S y un par de alfombras que se llevó cuando se fue, en el año 70, compradas en Tetuán. Con inscripciones Árabes, claro. Eso fue lo que le costó el cate más fuerte que le dieron antes de llevárselo. Qué curioso -pensaba-, si fueran letras en ruso no pasaría nada, pero si me las traigo de Rusia en el 70 me vuelan los huevos en la aduana.
Eva lloraba tras el cristal de la sala de visitas. Peter se sentó al otro lado.
- No puedo aguantarlo más -Eva rompió a llorar-.
- No te preocupes, cariño. Mañana no volverás a preocuparte.
- ¿Cómo puedes ser tan frío? -Eva parecía no reconocer al hombre del que estaba enamorada.
Tras un silencio breve, Peter se acercó al cristal. Gesto al que, instintivamente, respondió Eva.
- Mañana me guarnajo.
La sonrisa de Peter precedió a su despedida, su levantamiento de la silla, y su vuelta a la celda. Eva seguía atónita. Por supuesto que no tenía ni puta idea de qué significaba "guarnajarse", pero es que los micros de la prisión grababan todas las conversaciones de las visitas.
Y el plan de Peter, que ya estaba en marcha, no iba a estropearse por tamaño descuido...
(continuará).
1 comentario:
debió gritar: "ay, estoy comenzando a sentir un fuerte dolor en la extremidad inferior derecha debido a que se me ha caído un gato hidráulico sobre él... creo que me dispongo a gritar...."
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