miércoles, 14 de enero de 2009

Cadena perpetua

Me introduje en el mundillo de la nueva hornada de series un poco tarde. Ya había terminado la segunda temporada de "Perdidos". Un poco por pereza, otro poco por pensar en ellas como productos de consumo rápido. Rectifiqué a tiempo, y pude ratificar lo que se comentaba en los últimos números del American Screenwriter: que los nuevos talentos entre los guionistas estaban alejados del cine, y habían migrado masivamente a la televisión. Sin duda, la repetición de la fórmula Holliwoodiense estaba haciendo que, con suerte, las películas de calidad que pasaban por nuestras carteleras cada año pudiesen contarse con los dedos de la mano.

Es evidente: la fórmula narrativa del cine que domina el mundo empieza a dar síntomas de carencia, de repetición, de falta de ideas -no hay más que ver el alto número de remakes que asoman últimamente por nuestras pantallas-. Los 90 o 120 minutos con primer acto, punto de giro, segundo acto, climax y final, hacen que el espectador de hoy sea muy difícil de sorprender, porque la misma estructura narrativa te lleva a saber -casi con toda seguridad- lo que está a punto de pasar o cuanto queda para el final. No debe sorprendernos nuestro cansancio: un estilo pictórico jamás duró tanto como pretenden los productores que esta forma de cine dure.

Tras ver "Perdidos", "Prison Break", "The Shield", "Heroes", etc, no es difícil ver que, aparte de lo bien trazados que están los personajes e hilvanadas las tramas, es la estructura misma de la propuesta la que ha hecho de tales franquicias un éxito absoluto. Obviando alguna que otra trama no cerrada, inverosimilitud en bastantes partes, etc, no podemos negar que las series enganchan. La estructura miniepisódica dentro de cada capítulo -importada directamente de la forma de ver las cosas en Internet-, es un acierto por parte de productores y escritores- Es muy difícil perder el interés en una escena de 4 minutos -muy mal escrita tiene que estar-. Cuando el interés está en lo más alto, se corta y se pasa a otra trama, dejando en vilo la anterior. El recurso no es nuevo, aunque convertirlo en la base estructural de la obra sí lo es.

De todas las series que he visto, no dudo en afirmar que ha sido "Carnivale" la única obra maestra con la que me he encontrado. Como casi todo lo bueno, no ha tenido la difusión ni la propaganda que merece. Y lo merece tanto la solidez de la historia, la inteligencia del guión, la profundidad de los personajes, como la la factura high-end que presenta: está, en cuanto a música, fotografía, diseño artístico, etc, al nivel de cualquier producción de la gran pantalla. Recomiendo encarecidamente un vistazo -por aquí por la red se puede encontrar- a todo el que quiera ver, al menos, algo diferente.

En octubre del año pasado, tras ver el despropósito y la tomadura de pelo que me parecieron los dos primeros episodios de la cuarta temporada de Prison Break, auguré a Don Enrique y varios amigos míos su desaparición de la parrilla, antes o después. Dejé de verla, directamente, porque aunque confiaba en una remontada de lo que habíamos visto en la temporada anterior -en claro declive-, no solo no se produjo, sino que el punto de partida de la nueva entrega era ridículo, surrealista. Todo sin explicación, un intento de meternos un todovale porque sí, porque los fans de Prison Break seguirán siéndolo. Craso error. Observo hoy en el periódico, tras un puñado de episodios que sustentaban una trama sin rumbo, un pollo sin cabeza, un titular que reza que "La Fox cancela Prison Break por sorpresa".

La sorpresa para los mandatarios de la cadena, supongo, será haber comprobado que, a fin de cuentas, el público no es tan tonto como piensan y que, por muy fanático que se sea de algo, a la gente aún le queda algo de capacidad para discernir si le están dando gato por liebre. Hecho que demuestra, además, que por mucho que se cambie la estructura para sorprender, si ésta no alberga ningún tipo de contenido, no tiene ningún sentido. Tampoco deja de tener su gracia que la estructura en sí, que nace con la cultura del consumo rápido -de ahí las escenas cortas y las mil subtramas- haya empezado a flaquear ni 10 años después de su inicio. Pues eso. De consumo rápido. Habrá que volver a empezar a estrujarse la cabeza para escribir contenidos interesantes, comprobado ya que no es solo la estructura lo que nos aleja cada vez más del cine.

1 comentario:

marco bernal dijo...

Recomiendo a todo aquel que, tras la apariencia de la misma serie de mafia de siempre (me río de eso, claro), quiera encontrar una obra maestra sobre la conciencia y la naturaleza "humana", Los Soprano. De verdad, qué forma de llegar a la conciencia, si Freud la viera... Sin concesiones, lenta, densa, fuera del típico montaje ¡bam bam bam!, que te recompensa. Y de todo lo que he visto, alejada del boom actual de las series. Comenzó en 1999. Y por supuesto, revisionemos Cheers. Anotado esa Carnival.